El 6 de diciembre de 2024 marca un momento histórico para Europa y América del Sur. La firma del acuerdo UE-Mercosur no es sólo el final de 20 años de negociaciones, sino el relanzamiento de una relación histórica.
Hélder Sousa Silva es diputado portugués al Parlamento Europeo por el Partido Popular Europeo (PPE) y presidente de la Delegación del Parlamento Europeo para las relaciones con Brasil.
El acuerdo firmado es urgente, visionario, audaz y de gran interés estratégico. Simboliza la capacidad de dos bloques globales, histórica y culturalmente profundamente conectados, para unirse y dar forma al futuro en un momento en que el mundo enfrenta desafíos económicos, ambientales y geopolíticos sin precedentes.
En los últimos años, Beijing se ha consolidado como el mayor socio comercial de América del Sur, invirtiendo en áreas clave como infraestructura, energía y materias primas. Brasil, por ejemplo, es el quinto país más grande del mundo, la duodécima economía del planeta y uno de los mayores exportadores de materias primas críticas, como el litio y el grafito, que son indispensables para las transiciones ecológica y digital de Europa.
La ambición estratégica de China de consolidar su presencia en las principales regiones globales es innegable. Este acuerdo es una respuesta clara y decidida de la Unión Europea a esa ambición. Afirma la posición de Europa como socio confiable e indispensable para Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Ignorar esta relación abriría la puerta a que otros actores, como China, Rusia, India o Estados Unidos dominen mercados cruciales y definan las reglas del juego.
Fundamentalmente, este acuerdo va mucho más allá de los estrechos intereses europeos y forja una asociación de verdadero beneficio estratégico mutuo.
Para los países del Mercosur, significa un mayor acceso al mercado europeo, mejores condiciones para exportar sus productos y un refuerzo de sus economías locales.
Para Europa, es un billete de entrada a un mercado de 273 millones de personas, con un PIB combinado de más de 2 billones de euros. Al reducir los aranceles en el 91% de los bienes exportados a los países del Mercosur, las empresas europeas ahorrarán 4 mil millones de euros al año, un impulso crucial en un momento en que la competitividad global es más desafiante que nunca. Entre estas empresas beneficiarias se encuentran las más de 30.000 pequeñas y medianas empresas que ya hacen negocios en los mercados del Mercosur.
Es comprensible la oposición de algunos Estados miembros, como Francia, que teme el impacto en sus industrias agrícolas. Sin embargo, equivale a centrarse en una piedra del camino e ignorar el paisaje del horizonte. El acuerdo incluye salvaguardias sólidas para proteger sectores sensibles, como la agricultura, al tiempo que establece estándares rigurosos para la sostenibilidad y la seguridad alimentaria. La inclusión del Acuerdo de París como parte esencial del tratado garantiza un compromiso sólido con la preservación del medio ambiente, la lucha contra la deforestación y la promoción de prácticas sostenibles.
Más que las cifras y cláusulas incluidas, este acuerdo es un gesto político de enorme trascendencia. Contra la corriente de los últimos años, este acuerdo es el mayor acto en defensa del multilateralismo y del orden mundial que la UE podría haber realizado. En un momento en el que muchos optan por el aislacionismo y el proteccionismo, la UE y el Mercosur demuestran que juntos pueden construir un futuro basado en valores compartidos y objetivos comunes. Este acuerdo demuestra cómo el comercio puede impulsar el crecimiento económico, salvaguardar el medio ambiente y consolidar los derechos humanos, convirtiéndose en una verdadera fuerza transformadora.
El acuerdo UE-Mercosur es más que una oportunidad: es una obligación histórica. Es el momento de reafirmar el liderazgo europeo en el mundo, fortalecer los vínculos con socios que comparten nuestros valores y garantizar que el futuro de América del Sur no esté determinado únicamente por actores externos con intereses puramente comerciales.
Dos décadas de negociaciones pacientes demuestran que con voluntad política se pueden forjar alianzas internacionales duraderas, con impacto generacional. Este acuerdo es un triunfo de la diplomacia, la visión estratégica y el compromiso con un futuro más justo, más próspero y sostenible. En definitiva, es una victoria para el multilateralismo, Europa y el mundo.