El presidente de Perú, Pedro Castillo, viajará a la ciudad andina de Cusco el viernes para abordar las demandas de los manifestantes enojados por el aumento del costo de vida que bloquearon carreteras y una vía férrea esta semana, impidiendo que los turistas lleguen a las ruinas de Machu Picchu.
Miles de peruanos se unieron a una huelga de dos días en la región de Cusco el lunes y martes por el aumento del costo de los combustibles, fertilizantes y alimentos, causado en parte por el guerra en ucrania. Algunos caminos bloqueados con piedras y llantas quemadas.
El servicio de trenes entre Cusco y la ciudadela montañosa de Machu Picchu fue suspendido y la policía tuvo que escoltar a los turistas hasta el aeropuerto de la ciudad. La cámara de comercio local dijo que 4.200 turistas habían cancelado viajes a la región durante el paro de 48 horas.
Fotos y videos en las redes sociales mostraba a turistas extranjeros discutiendo con la gente local en los bloqueos de carreteras y caminando penosamente a lo largo de una vía férrea en la oscuridad con mochilas. La interrupción siguió a una huelga de controladores aéreos que obligó al cierre del aeropuerto de Cusco y la cancelación de cientos de vuelos a nivel nacional en Semana Santa, un momento importante para la industria turística.
Los disturbios en Cusco siguieron a semanas de protestas en todo el país en las que al menos cinco personas murieron en enfrentamientos con la policía.
Muchos peruanos dicen que ya no pueden hacer frente a la inflación que se encuentra en un 7 por ciento, su tasa más alta en una generación. Algunos quieren que Castillo renuncie después de apenas nueve meses convulsos en el gobierno mientras que otros quieren que cumpla sus promesas de campaña de redactar una nueva constitución, nacionalizar la industria del gas e implementar la reforma agraria.
Hasta ahora, la hostilidad hacia Castillo se ha concentrado en Lima y el congreso liderado por la oposición, que ha trató de acusarlo. Sin embargo, las protestas recientes sugieren que el descontento se está extendiendo y el presidente sin experiencia está perdiendo apoyo entre su base rural andina.
Una encuesta reciente de Ipsos sugirió que su índice de aprobación había caído por debajo del 20 por ciento. Ningún presidente peruano reciente ha sido tan impopular tan temprano en su gobierno.
“El gobierno está jugando con fuego porque está mezclando temas, como las convocatorias a asamblea constituyente y la renegociación de contratos de gas, con las quejas más pedestres que tiene la gente por el alza de precios”, dijo Rodolfo Rojas, director de la consultora local de riesgos Sequoia. . “Es un cóctel que podría resultar explosivo”.
Castillo debe encabezar una reunión de gabinete en Cusco el viernes y dar inicio a una ronda de negociaciones con los manifestantes.
“La gente está esperando soluciones ahorita, mientras el gobierno habla de 30 o 60 días de diálogo”, dijo Rojas. “La brecha entre lo que el gobierno puede ofrecer y lo que la gente quiere es enorme”.
Mientras tanto, las protestas cerraron dos importantes minas de cobre en el sur de Perú, algo inusual incluso en una región plagada de conflictos mineros.
El miércoles, en Apurímac, pobladores indígenas obligaron a la empresa minera controlada por China MMG a detener la producción en Las Bambas, que representa alrededor del 2 por ciento del suministro mundial de cobre. Los pobladores fueron reubicados hace más de una década para dar paso a la construcción de la mina y dicen que la empresa no ha cumplido con sus compromisos con ellos.
Una protesta comunitaria separada que duró más de un mes también obligó al cierre de la mina Cuajone, propiedad de Southern Copper Corp., con sede en EE. UU.
Entre ellas, las dos minas representan una quinta parte de la producción de cobre de Perú, el segundo mayor productor mundial del metal.
Castillo asumió el cargo en julio del año pasado como el presidente más improbable en la historia de Perú. Maestro de escuela primaria rural, agricultor y activista sindical, nunca antes había ocupado un cargo público. No tenía un partido político propio y fue adoptado por un partido marxista, Perú Libre, como su candidato.
Sus primeros nueve meses en el poder han sido caóticos. Ha pasado por cuatro gabinetes y alrededor de 50 ministros diferentes, ya que sus nombramientos han sido objeto de un intenso escrutinio a raíz de una serie de escándalos. La oficina del fiscal general lo está investigando por corrupción, aunque él niega todas esas acusaciones.
El jueves, después de que el primer ministro de Castillo criticara a un cardenal peruano, llamándolo “miserable” y diciendo que siempre defendió a las élites en Perú y no a la mayoría pobre, la tradicionalmente poderosa Iglesia Católica intervino en el debate sobre el gobierno de Castillo.
“A nueve meses del inicio de la actual administración y luego de cuatro gabinetes ministeriales, la ausencia de liderazgo y de un horizonte sociopolítico y económico es muy preocupante y requiere una solución inmediata”, dijo en una declaración. “Nuestra débil democracia no puede soportar más inestabilidad”.