En El complot contra América, Philip Roth presentó una historia alternativa en la que el presidente antisemita y antibelicista Charles Lindbergh condujo a los EE. UU. por un camino oscuro e inconcebible en la década de 1940. Pero aún más inquietante que esta meditación sobre lo que podría haber sido es un nuevo relato completo de lo que realmente fue.
En una destacada miniserie documental dirigida por Ken Burns, Lynn Novick y Sarah Botstein, Estados Unidos y el Holocausto confronta la vergüenza nacional perdida en las narrativas de la victoria militar y el triunfo moral tardío. En tres partes, cuenta la devastadora historia de la maldad nazi y la apatía estadounidense; de una “nación de inmigrantes” que no pudo ayudar a los refugiados judíos; y de un genocidio contra el que finalmente se luchó pero que podría haberse evitado.
El original de PBS de casi siete horas es un trabajo de escala abrumadora, detalles deslumbrantes e inmenso peso emocional. Abarcando desde principios del siglo XX hasta las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, ofrece un estudio narrado con autoridad de los acontecimientos que condujeron al Holocausto y un examen minucioso de los factores sociales, económicos e incluso psicológicos que hicieron que la mayoría de los estadounidenses se opusiera a los refugiados. Inmigración en el interior e intervención en el extranjero.
En casi todas las coyunturas, EE. UU. optó por sofocar en lugar de ayudar, por construir muros burocráticos en lugar de derribarlos, esencialmente dictando una sentencia de muerte con cada visa denegada. Se identifica que los antisemitas individuales e influyentes presionaron por varias restricciones persecutorias, pero el objetivo de la serie no es culpar a políticas o personas específicas. En cambio, presenta de manera persuasiva la inadecuación de la respuesta como el producto de una cultura generalizada de intolerancia, paranoia y excepcionalismo. “Le afecta a mucha gente, le afecta a todo el mundo”, supone la historiadora Deborah Lipstadt.
Pero en una reprimenda tácita de esos años de aislacionismo estadounidense, la serie asegura que no solo mira hacia adentro de los EE. UU., sino también hacia las víctimas del Holocausto. A lo largo de las tres películas, escuchamos los recuerdos de la infancia de un puñado de supervivientes, que vivieron la Kristallnacht, la deportación, la separación familiar y los campos. Sus testimonios brindan un sentido esencial y tangible del costo humano que puede perderse entre las estadísticas incomputables.
Estos relatos son difíciles de procesar y las imágenes que los acompañan de guetos, ejecuciones y fosas comunes a menudo son demasiado para digerir. El instinto puede ser desconectarnos en momentos abrumadores, pero nos vemos obligados a ser testigos de los horrores, en lugar de evadir como tantos hicieron en ese momento.
Como los mejores documentales, este nos pide no solo que recordemos el pasado, sino que consideremos cómo haríamos las cosas de manera diferente en el futuro. Una coda impactante con escenas de recientes tiroteos en sinagogas, marchas de supremacistas blancos y el ataque al Congreso nos recuerda que siempre podría volver a suceder.
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Transmitido semanalmente en BBC4 desde el lunes a las 10 p.m. y en BBC iPlayer; en PBS en los EE. UU.