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¿CUÁL ES EL RETROCESO CUANDO FALLA LA TECNOLOGÍA?
Sin embargo, han surgido riesgos. Uno es exclusión digital. Las personas sin hogar pueden aceptar tarjetas, pero los jubilados y refugiados pueden verse excluidos por un mundo sin efectivo. Esto va de la mano con el problema de «la computadora dice que no».
Cuando los sistemas de pagos digitales actuales fallan, realmente fallan, como descubrieron los usuarios de Swish el año pasado cuando se cayó toda la red. En un viaje reciente a Bruselas, visité un bar que se enorgullecía de su sistema sin contacto y sin efectivo que requería que los clientes ordenaran bebidas en sus teléfonos inteligentes. Pero cuando ocurrió una falla tecnológica, no hubo respaldo.
La vulnerabilidad es otro tema. Puede que nos sintamos más seguros con menos billetes en el bolsillo a altas horas de la noche, pero el crimen también se ha digitalizado y conjuró nuevos tipos de fraude. Los datos de transacciones están cada vez más en manos de conglomerados de Big Tech como Meta Platforms, que asustó a los reguladores globales cuando intentó lanzar su propia moneda.
Y en un mundo donde los piratas informáticos están patrocinados por gobiernos y los ciberataques pueden atacar infraestructuras críticas, los pagos son un riesgo geopolítico. “Si (el presidente ruso, Vladimir) Putin invade Gotland (la isla más grande de Suecia), le bastará con apagar el sistema de pagos”, advirtió un activista a favor del dinero en efectivo en 2018.
Una respuesta puede ser luchar para proteger el efectivo en lugar de reemplazarlo, como se argumenta con fuerza en Cloud Money del autor Brett Scott. Pero esto no es una panacea: nuestra marcha hacia los pagos sin efectivo no se detendrá repentinamente.
Las empresas privadas lo quieren demasiado y los consumidores no pueden hacer mucho al respecto: «La conveniencia es algo contra lo que es muy difícil legislar», dice Hedman de la Escuela de Negocios de Copenhague.
