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Arturo Cuenca, artista conceptual cubano, 1955-2021

Arturo Cuenca, artista conceptual cubano, 1955-2021

Actualizaciones de Arturo Cuenca

A fines de la década de 1980, Arturo Cuenca tuvo una discusión con Fidel Castro y el principal ideólogo del partido comunista cubano, Carlos Aldana. Cuenca, entonces de unos 30 años, ya era un artista aclamado. El escenario de su enfrentamiento fue una reunión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos, la oficina central de la cultura oficialmente sancionada en La Habana.

Cuenca, el artista conceptual quien murió en Miami esta semana a los 65 años, abrió su discurso con un voto de agradecimiento. La revolución, le dijo a la audiencia, había brindado a su generación oportunidades ilimitadas. Él mismo fue un modelo de creación marxista, impregnado de fenomenología hegeliana. Por eso, continuó Cuenca, era hora de que la vieja guardia escuchara a los jóvenes y se hiciera a un lado.

Aldana se quedó sin habla. Castro se enfureció. «¿Quién es este chino de todos modos?» comentó, usando una burla coloquial de la época.

Cuenca se convirtió en una causa célebre, especialmente entre los jóvenes, y finalmente se vio obligada a exiliarse. En julio de este año, artistas que pedían libertad de expresión provocaron las mayores protestas callejeras de Cuba que se recuerden. Después de la muerte de Cuenca circularon un video de la década de 1980 de él pintando, bailando, jugando al ajedrez y, por supuesto, hablando. “La vanguardia siempre necesita una salida”, dice en un momento.

Arturo Cuenca Sigarreta nació en la provincia de Holguín en 1955. Su padre ausente era ingeniero en un ingenio azucarero, y fue criado por su madre sordomuda, exintegrante de Castro. 26 de julio movimiento rebelde.

Cuenca ganó un lugar, a los 18 años, en San Alejandro, la escuela de arte más prestigiosa de Cuba, poco después de que su madre se mudara a La Habana. Pero pronto se retiró y se trasladó al departamento de literatura de la Escuela Nacional de Instructores de Arte. Allí se convirtió en un mentor popular de una banda de estudiantes y acólitos, atraídos por el genio y el estilo extravagante de Cuenca. Desafiando las monótonas costumbres socialistas, les cortó el pelo en mechones geométricos al estilo japonés y rediseñó pantalones de fabricación soviética con costuras explosivas. Los llamó “pantalones que sueñan con convertirse en pantalones”.

Como todos los que conocieron a Cuenca, me considero afortunado de haber conocido este espíritu independiente imbuido de caribe. duende que era fascinante, ingenioso y exasperante. “Soy el artista más famoso del que nunca has oído hablar”, decía.

Cuenca en 2002 © EL Nuevo / Pedro Portal / Miami Herald

A sus elegantes pinturas, que mezclaban fotografía con texto para crear imágenes pálidas y, a menudo, borrosas que recordaban la obra de Gerhard Richter, “palimpsestos”. Una imagen famosa de finales de la década de 1970 muestra el rostro de una mujer con la boca borrada. Una clara referencia a la censura, ahora cuelga, irónicamente, en el museo de Bellas Artes de La Habana. En 1980, a los 25 años, Cuenca tuvo su primera muestra internacional en la Bienal de París.

“El trabajo de Cuenca fue fundamental porque trasplantó el conceptualismo y el posmodernismo del mundo exterior dentro de Cuba”, me dijo Rafael Rojas, uno de los principales intelectuales cubanos. “La importancia de su obra se debe en gran parte a este cosmopolitismo”.

En 1991, poco después de su enfrentamiento con Castro, Cuenca se mudó a la Ciudad de México. Allí, con Nina Menocal, una aristocrática emigrada, cofundó NinArt, que proporcionó una plataforma importante para otros artistas cubanos ahora famosos de su generación, como José Bedia y Tomás Sánchez. Pero fue en la ciudad de Nueva York, o New Work City, como la llamaba Cuenca, donde encontró un segundo hogar.

Su tercer piso sin ascensor en Manhattan se convirtió en parte de salón, en parte de zona de descanso y en parte de salón de baile para los exiliados visitantes. El baño también era su cuarto oscuro. La música y la conversación eran muy cubanas, es decir, muy fuertes. «En los trópicos, incluso las ideas bailan guaguancó, ”Le gustaba decir.

Cuenca tuvo muchas exposiciones individuales y ganó premios, entre ellos el premio Cintas en 1992. Sin embargo, nunca penetró del todo en las grandes ligas de la escena artística de Nueva York. Cuenca culpó a los intelectuales de izquierda de la ciudad, acusándolos de estar confabulados con La Habana. Sin duda, su personalidad difícil no lo hizo querer por los galeristas. Quizás su pobre inglés tampoco ayudó, aunque también había algo de genialidad en eso. Cuenca, siempre frugal, amaba las tiendas de segunda mano y se maravillaba de cómo la palabra «thrift» era «tan difícil de pronunciar», con una sola vocal «perdida entre esas consonantes de rascacielos».

Conmocionado por los eventos del 11 de septiembre, Cuenca se mudó a Miami. A falta de fondos, pagó todo, incluidos los trabajos dentales y las reparaciones del automóvil, con arte. Como muchos cubanoamericanos, su política se volvió trumpiana. Sin embargo, nunca perdió su estilo, amor por la vida y disfrute del teatro kabuki, Marcel Proust y Oscar Wilde. Su sencillo mensaje la última vez que hablamos fue: «La belleza es gratis».

El libro más reciente del escritor es ‘Soledad y compañía’

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Written by PyE

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