La ministra de Familia de Rumania, Gabriela Firea, se convirtió en la segunda ministra del gabinete en renunciar esta semana después de que un escándalo con los “asilos de terror” para ancianos sacudió al país y al gobernante Partido Socialdemócrata (PSD).
Firea fue obligada por el primer ministro Marcel Ciolacu a dimitir, tras una reunión en el edificio del gobierno, para no dañar la imagen del PSD, dado que Rumanía celebrará cuatro vueltas electorales el próximo año.
Cientos de rumanos participaron en una manifestación de protesta organizada por la ONG Declic frente al gobierno el jueves por la noche, exigiendo su renuncia.
Firea también fue suspendido de la dirección de PSD Bucarest.
Ministro de Trabajo Marius Budăi se convirtió en el primero en renunciar el jueves después de que los fiscales descubrió terribles condiciones en tres centros de atención cerca de Bucarest, donde cerca de 100 ancianos residentes enfrentaron hambre, tortura y explotación a manos de una red criminal que involucraba a funcionarios estatales y particulares.
Los tres estaban en el condado de Ilfov, cerca de la capital, Bucarest.
Firea ha negado repetidamente, incluso el viernes, cualquier participación en el asunto del asilo de ancianos Ilfov, pero las investigaciones de prensa y la información de los fiscales muestran que las personas a su alrededor estaban ganando dinero sacando provecho de los ancianos y los enfermos.
A lo largo de este período, Firea dijo que fue víctima de una campaña de difamación destinada a desacreditarla y sacarla de la carrera por la alcaldía de Bucarest.
Firea siguió defendiendo a su asesora Ligia Gheorghe, cuyo nombre figura en la estructura de gestión del manicomio del terror, y afirmó dos minutos después de su renuncia que estaba pagando el precio por “confiar en la gente”.
“Trabajamos juntos hasta el agotamiento, hasta la enfermedad. Los dos pagamos con enfermedades graves el estrés acumulado en la televisión, en la política, sobre todo en el Ayuntamiento. También paga por confiar en la gente. Ella quería ayudar. No para ganar dinero, no para hacer daño”, escribió Firea en Facebook.
“Ella NO trabajaba en esos centros. ¡Ella no sabía que había irregularidades! ¡¡Yo, menos aún, NO tenía conexiones de ningún tipo y no podía aceptar que algo malo le pasara a una persona!!”
Tras el descubrimiento de la situación en los hogares de ancianos del condado de Ilfov, el gobierno ha establecido grupos para controlar cada condado y verificar cómo el personal realiza su trabajo. Como resultado de estos controles, esta semana se cerraron varios hogares de ancianos en todo el país.
Ancianos en tres refugios en Ilfov, al norte de Bucarest, fueron encontrados en condiciones infrahumanas: golpeados, sin medicinas y obligados a trabajar sin comida.
“Las personas fueron explotadas a través de la coerción y la violencia, a través del trabajo no remunerado, quedaron hambrientas y sometidas a un trato degradante e inhumano”, dijo esta semana el comisario jefe de policía, Georgian Drăgan, a los medios de comunicación rumanos.
(Marco Badea, Bogdan Muzgoci – Editado por Zoran Radosavljevic | EURACTIV.com)