SE HAN CRUZADO LOS LÍMITES
Desde el principio, la oferta de Nippon Steel fue presentada como siniestra: en las primeras fases, los senadores estadounidenses se quedaron boquiabiertos porque sus lealtades “claramente recaen en un estado extranjero”, y luego siguieron otras objeciones.
A medida que se acerca el día de las elecciones, Donald Trump se ha comprometido a bloquear el acuerdo inmediatamente si gana, mientras que Kamala Harris ha dicho que US Steel debe seguir siendo «de propiedad estadounidense y operada por estadounidenses».
El Comité de Inversión Extranjera en Estados Unidos, que examina a los compradores extranjeros en busca de riesgos para la seguridad nacional, concluyó que Nippon Steel efectivamente planteaba esos riesgos. Ni el Departamento de Estado ni el Pentágono compartieron esa opinión, pero la política electoral, como algunos creen que Nippon Steel debería haber previsto, sigue una lógica gruñona.
A lo largo de los diversos esfuerzos de Japón por superar estos obstáculos, se han cruzado importantes líneas por parte de Estados Unidos, transgresiones que cuestionan con desdén el estatus de Japón como el aliado más cercano de Estados Unidos en Asia y uno de los mejores del mundo.
Este cuestionamiento de la fiabilidad de una empresa japonesa (y, por asociación, de Japón) como propietaria de activos estadounidenses se produce, en el mejor de los casos, en un momento inoportuno. En el peor, es un regalo a los mismos países contra los que Estados Unidos y sus aliados se sienten enfrentados.