Durante tres semanas, ofrecimos una serie de intervenciones a diferentes grupos de trabajadores para ver cómo eso afectaría su cognición, productividad, toma de decisiones y bienestar cuando trabajaban en una función de entrada de datos en la oficina con horarios flexibles. En este entorno, pudimos monitorear las horas trabajadas, medir la productividad y la oferta laboral, y encuestar el bienestar psicológico y físico de los participantes.
A algunos miembros del grupo de prueba se les ofrecieron tratamientos para dormir durante la noche, incluidos elementos para mejorar su entorno, como máscaras para dormir, ventiladores o colchones. También recibieron consejos sobre los beneficios de un sueño de buena calidad, las horas de sueño recomendadas y estrategias para mejorar el sueño.
A otros se les ofrecieron incentivos financieros y se les prometió un pago cuando los actígrafos registraban horas extra de sueño.
UNA NOCHE DE SUEÑO VERSUS UNA SIESTA
Estas intervenciones de sueño nocturno aumentaron el tiempo de sueño en un promedio de 27 minutos. Pero el sueño adicional no mejoró la cognición, la productividad, la toma de decisiones o el bienestar de los trabajadores. También condujo a una ligera reducción en la oferta de mano de obra, ya que la gente llegaba más tarde a la oficina porque dormía más tiempo.
A otro grupo de participantes se le ofreció la opción de tomar una siesta de 30 minutos por la tarde en un ambiente cómodo y tranquilo. Este grupo vio mejoras notables en los resultados que estábamos viendo, incluido el bienestar psicológico, la cognición y un aumento promedio del 2.3 por ciento en la productividad en el transcurso del día.
Esto podría deberse a que estas siestas se programaron para que coincidieran con un baño normal de energía a media tarde. Además, el entorno que creamos para las siestas permitió un sueño de mayor calidad que el que tenían los participantes del estudio en casa, donde habían informado interrupciones como el ruido del tráfico o los mosquitos.