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El sistema político roto de Perú necesita una solución urgente

El sistema político roto de Perú necesita una solución urgente

El intento de golpe del presidente de Perú fue tan incompetente como sus intentos de gobierno.

A una hora de que Pedro Castillo proclamara el cierre del Congreso y gobernara por decreto el miércoles, el maestro de primaria rural y su familia habían huido del palacio presidencial en Lima.

Al parecer, nadie respaldó la audaz toma del poder: ni el propio gabinete de Castillo (quien renunció rápidamente), ni el ejército ni la policía. En cuestión de horas, el izquierdista radical estaba bajo arresto y la vicepresidenta Dina Boluarte, la sexta presidenta de Perú en poco más de cuatro años, había sido juramentada para reemplazarlo.

Muchos peruanos dieron un suspiro de alivio después del gran drama del día, rezando para que el desenlace significara un respiro, por breve que fuera, de la constante turbulencia política que ha azotado a la nación andina productora de cobre. Las tiendas permanecieron abiertas y los negocios apenas perdieron el ritmo.

Si Castillo esperaba emular a Alberto Fujimori, el presidente peruano que cerró con éxito el congreso en 1992 y gobernó por decreto durante otros ocho años, se olvidó de dos detalles vitales. El primero fue el apoyo popular: Fujimori estaba en lo más alto de las encuestas cuando protagonizó lo que se conoció como su “autogolpe”. El segundo fue enviar los tanques junto con la suspensión de la constitución.

El caos y la incompetencia plagaron la administración Castillo desde el principio. Elegido el año pasado con la promesa de “no más pobres en un país rico”, los fiscales dicen que Castillo y su círculo íntimo dominado por la familia rápidamente se pusieron a cumplir esa promesa, por sí mismos.

La oficina del fiscal acusó a Castillo en octubre de dirigir una “organización criminal” dentro de la presidencia destinada a obtener sobornos de contratos públicos. La esposa, la cuñada y los dos sobrinos del presidente han sido implicados. (Niegan los cargos.)

Las acusaciones de soborno no son nada nuevo en la política peruana. Muchos de los líderes anteriores del país y una gran parte de sus legisladores también han sido acusados ​​de estar en la toma. Los analistas coinciden en que Castillo solo ha durado tanto tiempo porque el Congreso es incluso más detestado que él.

Boluarte ahora debe tratar de improvisar una mayoría parlamentaria para gobernar hasta que finalice el mandato presidencial actual en 2026. Abogada de profesión, sigue siendo un enigma para muchos peruanos, ya que se mantuvo alejada de Castillo y evitó en gran medida el debate público.

El Congreso puede estar de acuerdo con su gobierno por ahora, por autoconservación. Perú prohíbe que los legisladores se presenten de nuevo y los generosos salarios de la legislatura son un poderoso desincentivo para votar por el despido anticipado.

“Será muy difícil que Boluarte construya una mayoría de gobierno en el Congreso y esa es la principal incógnita a estas alturas, cómo podrá mantenerse en el poder”, dijo Gonzalo Banda, politólogo. “Por ahora creo que Perú Libre (el partido de Castillo) la va a apoyar, pero cuando surjan los primeros roces, a ver si la siguen apoyando”.

Incluso si su administración demuestra ser más competente y duradera que la de Castillo (un listón bajo), la llegada de Boluarte no arreglará el sistema político gravemente quebrantado del país.

Para eso, se necesita una reforma política. Perú carga con el legado de la constitución autoritaria de Fujimori: una legislatura unicameral y un presidente facultado para disolver el congreso si su candidato a primer ministro pierde dos votos de confianza. Igualmente absurdo, el Congreso tiene el poder de deponer al presidente electo por motivos de «incapacidad moral», una frase que podría significar casi cualquier cosa.

“Se establece la inestabilidad del sistema político”, señala Alberto Vergara, politólogo. “Seguiremos teniendo episodios como el del miércoles mientras tengamos un sistema corrupto, disfuncional y pobre”.

No está claro si Boluarte tiene el estómago y la inteligencia política para emprender una reforma política importante. Mientras tanto, un forastero autoritario podría intentar tomar el poder, aunque esto parece poco probable dada la clara preferencia del ejército por las soluciones constitucionales.

Lo que se está volviendo cada vez más obvio es que el desempeño macroeconómico de Perú que desafía la gravedad en las últimas dos décadas no durará mucho más a menos que se pueda ordenar la política. Los bancos centrales independientes y los ministerios de finanzas tecnocráticos no pueden hacer mucho.

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Written by PyE

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