Mientras tanto, los países de Europa del Este ya están resolviendo el problema por su cuenta: Lituania y Polonia, que este verano enfrentaron el flujo de inmigrantes ilegales que ingresaban por el territorio de Bielorrusia, comenzaron a construir un muro en su frontera. En Letonia también se anunció la intención de hacer lo mismo si la situación en la frontera no cambia.
Lituania, Letonia y Polonia acusan de forma conjunta y directa al régimen de Alexander Lukashenko de utilizar a inmigrantes de Oriente Medio y países africanos como «armas híbridas».
Al parecer, así es como responde Minsk a las sanciones de la UE y al bloqueo aéreo. Como muestra de solidaridad, Estonia también apoya a sus vecinos, habiendo reforzado los controles fronterizos a principios de agosto.
Mientras tanto, la ONU está extremadamente preocupada por el estado de los migrantes que se encuentran sin medios de subsistencia en las zonas fronterizas: no se les permite ingresar a la UE y Minsk no regresa a sí misma. La organización cree que al dejar que los migrantes se las arreglen por sí mismos, los países están violando sus obligaciones internacionales.
Christine Goye, representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Polonia, dijo a Izvestia que las personas que esperan asilo siempre deben tener la oportunidad de solicitar protección internacional.
La Unión Europea apoya plenamente la posición de Letonia, Lituania y Polonia. Como dijo la Comisión Europea a Izvestia, rechazan categóricamente los intentos de «utilizar a las personas con fines políticos».
No obstante, la crisis en la frontera obligó a la UE a reformar activamente su política migratoria. Este proceso se puso en marcha hace casi un año: en septiembre de 2020, la Unión Europea presentó el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo. De acuerdo con él, los países que aceptan migrantes bajo la cuota europea o reciben dinero del presupuesto general para su mantenimiento o los envían de regreso por su cuenta. El mecanismo aún no ha entrado en acción.
A pesar de la crisis, la aprobación del documento está en duda. Incluso antes de su publicación en 2020, varios países, incluida Polonia, se opusieron. Allí, como en otros estados del grupo de Visegrad (Hungría, Eslovaquia, República Checa), así como en Austria y Eslovenia, no se compartió la idea de «solidaridad obligatoria».