El ministro de Hacienda de Perú, Pedro Francke, ampliamente visto como una de las figuras más moderadas y experimentadas en el caótico gobierno de izquierda del presidente Pedro Castillo, renunció en medio de una revisión dramática del gabinete del país.
Castillo se ha visto obligado a nombrar un nuevo gabinete, el tercero de su turbulento reinado de seis meses, debido a la renuncia del lunes de su primera ministra Mirtha Vásquez.
Bajo el sistema político de Perú, una vez que renuncia un primer ministro, el presidente debe nombrar un sucesor. Luego, el primer ministro reemplazante nombra un nuevo gabinete cuyos miembros deben ser aprobados por el Congreso, incluso aquellos que han permanecido en los mismos puestos.
En un largo hilo de twitter que describía sus logros durante sus seis meses en el cargo, Francke escribió: “Confío en que la nueva gestión continuará con las reformas que acaban de comenzar, y que el nuevo gabinete trabajará en fortalecer la lucha contra la corrupción”.
No hubo confirmación inmediata de quién sucedería al ministro de Hacienda, aunque medios locales informaron que sería reemplazado por Oscar Graham, un economista con años de experiencia tanto en el Ministerio de Hacienda como en el banco central.
Si se confirma ese nombramiento, probablemente contribuirá en gran medida a calmar los mercados. El caos en el gobierno ha confianza empresarial mellada y debilitó la moneda peruana, el sol.
Castillo ha sido criticado por flip-flopping en la política y por hacer declaraciones ha tenido que retractarse o matizar posteriormente. Ya ha sobrevivido a un intento de juicio político y es probable que se enfrente a otros, mientras que su índice de aprobación se ha desplomado desde un máximo del 40 por ciento en septiembre a alrededor del 25 por ciento.
En su carta de renuncia del lunes, Vásquez dijo que ya no era posible encontrar consenso dentro del gabinete. En un claro golpe al presidente, también arremetió contra “el ejecutivo”, diciendo que “las dudas y la indecisión son inaceptables”.
El domingo, Castillo aceptó la renuncia de su tercer ministro del Interior y despidió al jefe de la policía en una fila por ascensos y retiros dentro del servicio.
Más temprano el martes, un secretario de la presidencia renunció, y en una carta de renuncia mordaz describió “la ausencia de un sistema de trabajo organizado” desde el inicio de la presidencia de Castillo.
El secretario dijo que el gobierno estaba plagado de “desorden” y “falta de rigor en el cumplimiento de las normas”.