La economía de Brasil se estancó en el último trimestre de 2022, lo que subraya los desafíos que enfrenta el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en su objetivo de mejorar el nivel de vida y reducir la pobreza luego de una elección divisiva.
El producto interno bruto se contrajo un 0,2 por ciento en los últimos tres meses del año con respecto al trimestre anterior, cuando se expandió un 0,3 por ciento, según datos oficiales publicados el jueves. El débil desempeño, impulsado por la contracción de la producción industrial y el enfriamiento de la actividad del sector servicios, interrumpió cinco trimestres consecutivos de crecimiento.
Alexandre de Ázara, economista jefe de UBS BB en São Paulo, dijo que la desaceleración reflejaba el efecto rezagado de la política monetaria. El Banco Central de Brasil ha emprendido ajustes agresivos en un esfuerzo por contener la inflación, elevando su tasa de interés base desde un mínimo histórico del 2 por ciento hace dos años al 13,75 por ciento en agosto.
“También hubo un aumento de la incertidumbre postelectoral que provocó una desaceleración de la inversión, que había sido el motor del crecimiento”, dijo de Ázara.
La economía más grande de América Latina creció un 2,9 % en general en 2022, impulsada por el levantamiento de las restricciones por el covid-19 y las medidas de estímulo, incluidos los recortes de impuestos al combustible y los pagos adicionales de asistencia social, implementadas bajo el presidente anterior, Jair Bolsonaro, en su intento fallido de reelección. Sin embargo, fue una disminución de la tasa de crecimiento del 5 por ciento registrada en 2021 cuando el país se recuperó de la pandemia de coronavirus.
Dado que las altas tasas de interés pesan sobre la actividad, el panorama es más sombrío para el primer año de gobierno de Lula. Los analistas predicen una expansión económica anual inferior al 1% para 2023.
“El ritmo lento del crecimiento global puede contribuir a que el PIB de Brasil se mantenga débil este año”, dijo Cristiane Quartaroli, economista de Banco Ourinvest.
La desaceleración complicará la capacidad de Lula para cumplir sus promesas de campaña. El veterano izquierdista comenzó un tercer mandato presidencial en enero después de una estrecha victoria sobre el populista de extrema derecha Bolsonaro en una segunda vuelta.
Lula ha prometido erradicar el hambre y aumentar los ingresos con aumento del salario mínimo, prestaciones sociales y obras públicas, pero se enfrenta finanzas públicas tensas con poco margen de maniobra en el presupuesto.
El extrabajador metalúrgico de 77 años, que gobernó por última vez entre 2003 y 2010, arremetió contra el banco central por su tasa de interés de referencia, la segunda más alta entre las naciones del G20 después de la vecina Argentina.
Lula cree que esto está dañando la economía en general y ha cuestionado si la institución debe permanecer independienteprovocando nerviosismo en los mercados y llevando a los inversores a elevar sus expectativas de inflación.
Aunque el índice general de precios al consumidor de Brasil ha caído por debajo de tasas de dos dígitos, la inflación del 5,8 por ciento se mantiene por encima del objetivo oficial del 3,25 por ciento. Los inversionistas también esperan ansiosos la formulación de una nueva regla fiscal que rija las cuentas públicas.
Durante su campaña electoral, Lula prometió desechar una cláusula constitucional que vincula los aumentos en el gasto estatal a la tasa de inflación. Es considerado por los principales economistas como clave para controlar el gasto público y mantener la estabilidad económica.
“Un recorte de la tasa de interés solo será posible si el gobierno fortalece la responsabilidad fiscal. Si bien no está claro qué regla reemplazará el límite de gasto, será muy complicado”, dijo Camila Abdelmalack, economista jefe de Veedha Investimentos.
Información adicional de Carolina Ingizza