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El autor es investigador principal para América Latina en Chatham House y miembro de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics.
En las próximas semanas, la UE considerará si envía una delegación para monitorear las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela. A pesar de las ya de por sí defectuosas condiciones electorales y de la airada resistencia dentro del gobierno venezolano, el Parlamento Europeo debería enviar una misión. No hacerlo no significará simplemente abandonar a los ciudadanos venezolanos. Reducirá la influencia de la UE y otros grupos internacionales creíbles sobre el futuro del atribulado país sudamericano y en la defensa global de los derechos democráticos.
Desde que acordaron celebrar elecciones presidenciales libres y justas, el presidente venezolano Nicolás Maduro y su gobierno han hecho todo lo posible para inclinar el campo de juego a su favor. Antes de que el gobierno anunciara la fecha de la votación, Maduro y sus aliados habían comenzado a arrestar o amenazar a líderes de la oposición. Descalificaron a sus oponentes, incluido el designada candidata opositora, María Corina Machadode presentarse a las elecciones.
La semana pasada, Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, se sumó a la agitación preelectoral al declarar que el organismo electoral del país debería retractarse de cualquier oferta a la UE para observar la contienda.
A pesar de las preocupaciones legítimas sobre los estándares electorales y la hostilidad local, un equipo electoral de la UE en Venezuela sigue siendo esencial. Dejemos que el gobierno venezolano arremeta contra la UE y siga intentando engañar a su reelección: la UE es una de las pocas voces que quedan y que pueden ayudar a proteger las esperanzas de los venezolanos.
En noviembre de 2021, la UE envió una misión de observación de 134 miembros a Venezuela para monitorear las elecciones regionales y locales. La presencia sobre el terreno de la misión atrajo la atención internacional sobre los abusos electorales del gobierno de Maduro. Estas observaciones formaron la base de un informe que expuso 23 recomendaciones para mejorar futuras elecciones. Si bien el gobierno de Maduro no ha implementado muchos de ellos, el informe se ha convertido en una piedra de toque para la oposición y la sociedad civil venezolanas de cara a la próxima contienda presidencial.
Pero los precedentes y el seguimiento no son las únicas razones por las que una misión de la UE debe estar en funcionamiento antes del 28 de julio.
Por un lado, la presencia de testigos profesionales e independientes sirve –ya sea en Venezuela o en otros lugares– como fuente de protección para los votantes y líderes de la oposición en entornos polarizados y peligrosos. La presencia de observadores electorales creíbles con conexiones con organizaciones multilaterales y la sociedad civil independiente es clave para alertar a la comunidad internacional sobre abusos y amenazas. Incluso cuando esos grupos no pueden garantizar unas elecciones libres y justas, desempeñan un papel vital a la hora de proteger vidas y calmar las tensiones antes y después de la votación.
También hay razones económicas por las que la UE querría fomentar un proceso político y electoral pacífico en Venezuela. Desde que Estados Unidos acordó liberalizar sus sanciones económicas después del compromiso del gobierno de Maduro de celebrar elecciones libres y justas, aunque a mediados de abril volvió a endurecer esas sanciones exigiendo a las empresas que solicitaran licencias independientes, empresas de Francia, Italia, España y el Reino Unido ahora tienen una participación en la economía venezolana. Su inversión y compromiso económicos constituyen un importante punto de influencia para la estabilidad y la reconciliación allí.
Por último, y más importantes, están los ciudadanos de Venezuela. Según encuestas recientes realizadas por la firma venezolana Delphos, el 65 por ciento de los venezolanos hoy apoya la vía electoral para la resolución de diferencias políticas. Con tantos ciudadanos depositando sus esperanzas en estas elecciones, grupos como la UE les deben defender sus aspiraciones democráticas.
Sin la UE y otras instituciones independientes y creíbles, los ciudadanos venezolanos y las normas democráticas internacionales que han adoptado (en Venezuela y a nivel mundial) se quedarán en paz.