A medida que se intensifica la competencia para asegurar los beneficios económicos y estratégicos del espacio, Europa no puede permitirse el lujo de quedar marginada. Con la reorganización de los principales puestos de la Unión Europea a finales de este año, nombrar un Comisario del Espacio sería una señal poderosa, escribe Arthur de Liedekerke.
Arthur de Liedekerke es director senior de Asuntos Europeos de Rasmussen Global, la firma de asesoría política del ex secretario general de la OTAN y primer ministro danés Anders Fogh Rasmussen.
Dentro de unos meses, el próximo presidente del ejecutivo de la Unión Europea presentará una nueva cohorte de comisarios. Esto conducirá inevitablemente a ajustes en los títulos, posiblemente a reorganizaciones más amplias en las carteras.
Si bien esto puede parecer trivial, son mucho más que cambios cosméticos: envían un mensaje. En 2019, la descripción del trabajo del candidato griego Margaritis Schinas, “Proteger nuestro estilo de vida europeo”, causó una gran controversia, y los críticos criticaron el nombre por complacer a la extrema derecha. Finalmente se le cambió el nombre a “Promoción de nuestro modo de vida europeo”.
En términos más generales, los títulos propuestos por la presidenta von der Leyen para su equipo entrante efectivamente revolvieron posiciones y responsabilidades para centrarse mucho más en temas políticos que en reflejar los departamentos de la Comisión.
Y no hay razón para creer que las cosas serán diferentes para el futuro Colegio (como se conoce al grupo de 27 Comisarios en la jerga de la UE), donde las prioridades políticas se reflejarán en los nombres de las carteras.
En este contexto, los líderes europeos deberían considerar seriamente nombrar un Comisario del Espacio. De hecho, el continente corre grave peligro de convertirse en un espectador de la carrera espacial mundial. Una carrera que no ha hecho más que acelerarse en los últimos meses.
La guerra ilegal de Rusia en Ucrania ha convertido el espacio en una prioridad para los gobiernos de todo el mundo. Los acontecimientos ocurridos allí y en otros conflictos, como entre Israel y Hamás, subrayan la creciente importancia de las imágenes generadas desde el espacio y la conectividad para la guerra moderna.
Las naciones con capacidad espacial se han dado cuenta y han tratado de ampliar los programas y recursos existentes. Los actores más nuevos han acelerado sus esfuerzos para desarrollar sus propias capacidades. En agosto de 2023, la India se convirtió en el cuarto país en realizar un aterrizaje suave en la Luna, cuando la nave espacial Chandrayaan-3 aterrizó con éxito en el polo sur lunar.
Mientras tanto, los retrasos con el pesado lanzador Ariane 6 y los problemas con el más pequeño Vega-C han dejado a Europa sin acceso autónomo al espacio. A nivel comercial, si hace diez años Europa tenía aproximadamente el 50% del mercado de lanzamientos, hoy se ha visto desplazada por SpaceX de Elon Musk y sus cohetes parcialmente reutilizables.
Y aunque el último consejo ministerial de la Agencia Espacial Europea (ESA) de 2022 acordó aumentar el presupuesto de la organización a 16.900 millones de euros en los próximos cinco años (un aumento del 17%), estas cifras palidecen en comparación con las de la NASA estadounidense, que gastó 24 euros. mil millones sólo en 2023.
No se trata sólo de presupuestos y capacidades. También hay una fuga de cerebros muy real de talento y un número cada vez mayor de actores de la industria europea que son adquiridos por empresas extranjeras, como lo destaca el informe “Revolution Space” de la ESA.
Entonces, ¿cómo cambiaría exactamente esta sombría situación un Comisario Europeo del Espacio?
Primero, enviará la señal política correcta. A nivel internacional, a nuestros socios y competidores, que el continente pretende ser un actor ambicioso; Será un símbolo del deseo de la UE de (re)capturar partes de una economía espacial global cuyo valor se prevé que alcance el billón de euros antes de 2040.
También para una audiencia nacional, este sería un paso importante. Demostrará la determinación de los Estados miembros de cooperar más y trabajar en desacuerdos de larga data frente a desafíos serios.
Desde los ciudadanos hasta la industria, debería tranquilizar a las partes interesadas de que las autoridades han comprendido la importancia de invertir en activos y tecnologías relacionados con el espacio; de cuán dependientes son nuestras sociedades de los satélites que orbitan la Tierra para combatir el cambio climático o proporcionar comunicaciones a zonas remotas.
En segundo lugar, el próximo mandato de la Comisión será increíblemente ocupado en el frente espacial. Desde impulsar la propuesta de Ley Espacial de la Unión Europea (EUSL) hasta dirigir los planes para una constelación de satélites, conocida como IRIS2y las negociaciones presupuestarias para el próximo programa espacial de la UE a partir de 2028, una cartera espacial especializada no estaría de más.
Y no podemos darnos el lujo de equivocarnos en estos archivos. Tomemos como ejemplo la EUSL: al igual que el RGPD, tiene el potencial de ser una pieza legislativa pionera que busca garantizar una verdadera igualdad de condiciones en el espacio y al mismo tiempo proteger los frágiles recursos orbitales en un entorno cada vez más poblado.
Lo mismo ocurre con IRIS.2 donde las tensiones latentes entre Berlín y Bruselas amenazan con descarrilar la alternativa europea multimillonaria a la red de comunicaciones Starlink de Elon Musk.
Por último, un Comisionado Espacial sería una herramienta influyente para la diplomacia (empresarial).
El Comisario de Mercado Interior, Thierry Breton, responsable de este ámbito, ya ha hecho mucho para colocar los intereses espaciales del bloque en el primer plano de la conciencia política internacional. Un representante espacial dedicado podría promover aún más las capacidades y la innovación europeas y alentar las inversiones extranjeras en Europa.
Un Comisario Europeo del Espacio ciertamente no es una solución milagrosa, ni mucho menos. También es probable que moleste algunas cosas dadas las cuestiones delicadas en torno a la soberanía y la seguridad nacional. Pero sería una poderosa señal de que la UE no tiene la intención de quedar fuera de la carrera espacial global.