La investigación ha pedido adoptar un enfoque que considere el seguro y la indemnización (responsabilidad por la compensación de pérdidas) para cambiar la responsabilidad y permitir que las partes interesadas negocien directamente entre sí. También proponen trasladar las disputas sobre algoritmos a tribunales especializados. Pero necesitamos un pensamiento más audaz para abordar estos desafíos.
En lugar de la responsabilidad, sería más útil centrarse en la reducción de daños. Desafortunadamente, nuestro sistema actual no permite que las empresas cooperen o compartan conocimientos fácilmente, especialmente cuando pueden surgir inquietudes antimonopolio. Esto tiene que cambiar.
REPENSAR LOS LÍMITES DE LA COMPETENCIA
Estos problemas exigen esfuerzos a gran escala en toda la industria. Las presiones equivocadas de la competencia empujaron a Tesla, Uber y Boeing a lanzar su IA demasiado pronto. Estaban demasiado preocupados por los costos de la responsabilidad legal y por quedarse atrás de los competidores.
Mi investigación propone la idea un tanto contraria a la intuición de que las posiciones éticas que adopta una corporación deben ser una fuente de paridad competitiva en su industria, no una ventaja competitiva.
En otras palabras, una empresa no debe destacarse por encontrar formas éticas de llevar a cabo su negocio. Los compromisos éticos deben ser la expectativa mínima requerida de todos los que compiten.
Las empresas deberían competir en variables como la comodidad, el servicio al cliente o la vida útil del producto, no en qué algoritmo de piloto automático es menos probable que mate. Necesitamos una exención a la competencia basada en problemas, que se centre en un desafío tecnológico particular, como el software de conducción autónoma, y que esté guiada por un deseo compartido de reducir el daño.
¿Cómo sería esto en la práctica? La verdad es que más del 50 por ciento de las empresas de Fortune 500 ya utilizan software de código abierto para trabajos de misión crítica. Y su capacidad para competir no ha sido reprimida por renunciar a los algoritmos patentados.
Imagínese si la motivación para reducir el daño se convirtiera en una función objetivo central de los líderes tecnológicos. Pondría fin al incentivo que las empresas individuales tienen actualmente para diseñar una IA que sea artificialmente inocente. Cambiaría sus prioridades estratégicas de prevenir siempre la imitación y animar a los competidores a reducir el daño de manera similar.
Y haría crecer el pastel para todos, ya que los clientes y los gobiernos confiarían más en las revoluciones impulsadas por la tecnología si se viera que los innovadores priorizan la reducción de daños.
David Weitzner es Profesor Asistente de Estudios Administrativos en la Universidad de York, Canadá. este comentario apareció por primera vez en La Conversación.